domingo, 17 de julio de 2011

INSOMNIO



Saqué una latita de sardinas y se la ofrecí; después otra más para saciarle y... ahora está muerto. En el fondo de la alacena las tenía desde tiempo atrás. Me levanté, fui al baño, me aseé tranquílamente y mirándome al espejo comprobé que las ojeras que me acompañaban hace años a consecuencia del sueño intermitente seguían ahí. Alcanzando las dos latas me dirigí a su casa confiado en encontrarlo solo. Llamé al timbre tres veces y nadie abrió. Estaba dentro, lo intuía, así que me atreví a ir por detrás y saltar la verja para colarme al patio. Efectivamente allí lo hallé, tumbado, descansando, fatigado tras la noche que había pasado y hambriento como siempre. Sin mediar palabra me dirigí a él mientras las abría. Su mirada amenazante tras advertir mi presencia estaba llena de odio, un odio que era mutuo, pero al percibir el olor a comida pensó ganar más si callaba. Que equivocado estaba. Ahora yace muerto.

Ya en mi casa releí la fecha de caducidad: 23/04/2001. Por fin. No volveré a oír esos ladridos nocturnos.

2 comentarios:

Claudio Siadore dijo...

Me siento plenamente identificado!! Lo mejoraste!!

ODA (María del Carmen SV) dijo...

Jajajajaja ¿¿A que si?? Gracias por lo de la mejoría. Un Besazo