viernes, 15 de abril de 2011

EL TRÁNSITO


Las arrugas empezaban a aflorar en el rostro de Melita. Apenas podía mantenerse en pie mientras encañonaba con vehemencia la ducha hacia su rostro, y fijando su mirada en las sajaduras varias de los azulejos con diferentes rutas, volvió a la realidad. Tras la cena de anoche en la que resignada tuvo que aceptar su independencia, se resguardó en un amargo licor dejandose abrazar por la embriaguez. El reflejo de su cara en el minusculo dispensador del baño no le era familiar. No veía esa piel tersa que preservaba en la memoria hasta hoy, y se sintió vieja, de cuerpo y alma. Algo en ella terminó por morir la noche anterior cuando el desapego y final abandono se hicieron patentes, dando paso a una desmesurada inseguridad. La flor adolescente enraizada en la inconsciencia se marchitó tras un gemido ahogado y la inocencia, aclimatada por su presencia, se fue disipando con cada trago hasta desaparecer por completo, como el rocio tras el crepúsculo.

3 comentarios:

Claudio Siadore dijo...

Grande Mari, se siente que vas manejando cada vez mejor las palabras y los climas. Abrazo!!!

Histérica dijo...

Muy bonito texto niña. Claro, duro, exacto..
Un abrazo platense!
Drul.

Claudio Siadore dijo...

La retocada lo hace ver mejor.